Habitat One
Economía y Política
Habitat One funciona bajo un gobierno planetario centralizado, un consejo parlamentario de corte tecnocrático que en teoría representa a todos los núcleos urbanos. Inspirado en antiguos modelos federativos, este organismo dicta leyes, regula natalidad y gestiona la administración civil, pero en la práctica sus decisiones están siempre condicionadas por intereses externos.
Corporaciones
El poder real de Habitat One no reside en su parlamento, sino en las megacorporaciones que controlan cada aspecto de la vida diaria. Entre ellas, dos nombres destacan sobre todos los demás: Aiser y Renivit. Sus decisiones trascienden las leyes y marcan el rumbo del planeta, respaldadas por una red de subsidiarias que monopolizan sectores enteros de la economía.
Aiser nació hace medio siglo como un movimiento de resistencia contra el dominio absoluto de Renivit. Forjada en la revuelta y legitimada tras la masacre de Elias Notter, pasó de ser una alianza clandestina a consolidarse como potencia política y económica. Hoy, Aiser representa el ideal de independencia, aunque en la práctica se ha convertido en una megacorporación con intereses tan feroces como su rival. Controla la energía, la automatización industrial y la investigación vinculada al Ether, además de liderar proyectos de colonización espacial. Su símbolo es el Núcleo, una estación-nodriza que sirve como emblema de su poder.
Renivit, en cambio, es el gigante veterano, el verdadero arquitecto del orden actual. Fundada por Alfred Renivit Hant, se expandió explotando recursos mineros y combustibles hasta convertirse en la corporación más influyente del Sistema Omega. Su dominio se basa en la sanidad, la farmacología y el ciberware médico, pero también en un imperio de refinerías, seguridad y control logístico. Donde Aiser promete independencia, Renivit ofrece poder y estabilidad; ambos caminos conducen a la misma realidad: sumisión ante el capital.
Bajo su sombra operan numerosas subsidiarias, especializadas en sectores críticos:
- Subsidiarias de Aiser
- SkyReach Industries: construcción orbital, minería y transporte espacial.
- Eclipse Foods: agricultura hidropónica, alimentos sintéticos y distribución alimentaria.
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Aegis Dynamics: seguridad privada, armamento avanzado y sistemas defensivos.
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Subsidiarias de Renivit
- NovaGen: biotecnología, ciberimplantes y farmacéutica avanzada.
- PulseNet: comunicaciones, seguridad de red, gestión de la Matrix y protección de datos.
- Helix Solutions: automatización, robótica industrial y gestión de IA limitada.
Entre Aiser y Renivit no existe paz ni guerra abierta, sino una competencia constante: acuerdos secretos, sabotajes encubiertos y luchas por contratos que se juegan tanto en el mercado como en los pasillos de la Matrix. Son enemigos irreconciliables y, al mismo tiempo, socios imprescindibles en el control absoluto de Habitat One.
Economía sumergida y tensiones
La economía está marcada por un fuerte contraste. En las alturas de Neo-Sundome y otras ciudades, la abundancia tecnológica ofrece lujos, implantes de última generación y servicios exclusivos. Pero en los niveles bajos y periferias, la precariedad, el mercado negro y la economía informal son la norma. Allí emergen facciones menores que llenan los vacíos de poder: sindicatos clandestinos que venden protección, clanes de tecnócratas rebeldes que hackean implantes, mafias que trafican con cyberware prohibido y cultos urbanos que mezclan devoción mística con tecnología robada. Estas facciones, aunque fragmentadas, influyen tanto como la administración local en la vida cotidiana de los barrios bajos.
La política de Habitat One, entonces, es un delicado equilibrio entre la fachada parlamentaria, las exigencias de Aiser y Renivit, y la presión constante de una economía sumergida que nunca desaparece. En este escenario, la mayoría de los ciudadanos no vota ni legisla: sobrevive.
Desarrollo histórico de Habitat One
Habitat One es reconocido como el planeta madre de la humanidad y de las razas metahumanas surgidas tras el Despertar del año 2000. Aquel acontecimiento, envuelto en mitos y secretos, transformó para siempre el destino del planeta: hombres y mujeres despertaron con rasgos y habilidades nunca vistas, y la energía conocida como Ether pasó de la teoría al temor cotidiano. Desde entonces, la historia de Habitat One ha estado marcada por un ciclo de maravilla, miedo y ambición.
Durante los siglos siguientes, la humanidad abrazó tanto la tecnología como la magia incipiente. Las fronteras nacionales se desdibujaron, erosionadas por guerras, migraciones y colapsos económicos, hasta que el planeta quedó fragmentado en gigantescas urbes interconectadas. Lo que antaño eran países enteros pasaron a ser simples distritos, mientras ruinas industriales y ciudades abandonadas se extendían como cicatrices del pasado.
El mayor punto de quiebre llegó en el 2234, cuando la pandemia conocida como la Lágrima del Velo arrasó con la población global. Este azote mágico, nacido de experimentos secretos con Ether, diezmó en menos de una década a más del 70% de los habitantes del planeta. La enfermedad no solo destruía cuerpos, sino también mentes y almas, dejando tras de sí generaciones enteras de huérfanos, comunidades fracturadas y una memoria colectiva marcada por el miedo. Gobiernos colapsaron, ejércitos fueron borrados y el poder quedó en manos de quienes poseían recursos para sobrevivir: las corporaciones.
Los años posteriores dieron paso a las llamadas Guerras Corporativas, enfrentamientos abiertos y encubiertos entre conglomerados que buscaban repartirse los restos de un mundo quebrado. Estos conflictos no se libraban solo con armas: sabotajes, atentados, virus digitales y manipulación mediática se convirtieron en las herramientas habituales de la nueva era. Miles de vidas se perdieron, no en nombre de naciones, sino de accionistas y balances de poder.
De aquel caos surgió Neo-Sundome, erigida sobre las ruinas de varios núcleos urbanos devastados. Diseñada como un experimento de reconstrucción masiva bajo la supervisión de Aiser y Renivit, pronto se convirtió en el motor del planeta: una metrópolis vertical, laboratorio de nuevas tecnologías y centro de comercio interplanetario. Su fundación marcó el inicio de una nueva era: el sueño de un renacer, que en la práctica cimentó un modelo donde el progreso y la desigualdad crecían de la mano.
La reconstrucción de Habitat One fue lenta y desigual. La dependencia de la mano de obra humana se redujo al mínimo, reemplazada por robots, automatización e inteligencias limitadas. Las corporaciones Aiser y Renivit se consolidaron como pilares de un nuevo orden, ofreciendo estabilidad a cambio de obediencia. A partir de entonces, la vida en Habitat One se midió en cuotas de recursos y permisos de natalidad, bajo la promesa de que nunca más se repetiría un colapso semejante.
Hoy, más de un siglo después de la Lágrima del Velo, el recuerdo del desastre sigue presente en canciones, rituales urbanos y leyendas transmitidas en las sombras. Para las corporaciones, el pasado es un recordatorio de la fragilidad humana y la necesidad de control. Para la población, es un eco constante de lo que ocurre cuando el poder juega con fuerzas que apenas comprende.
Núcleos poblacionales
Habitat One es un planeta de contrastes extremos, donde la mayor parte de la población se concentra en megaurbes verticales y las extensiones rurales han quedado relegadas a la explotación industrial o al abandono. La vida se organiza en torno a gigantescos centros urbanos interconectados por redes de transporte orbital y terrestre, pero en la práctica cada núcleo funciona como un mundo propio, con sus reglas, culturas y jerarquías.
La más grande y emblemática de todas estas ciudades es Neo-Sundome, capital económica y cultural del planeta. Fundada tras las Guerras Corporativas, se erigió sobre las ruinas de antiguos distritos devastados por la Lágrima del Velo y los conflictos del siglo anterior. Lo que para muchos era tierra maldita, para las corporaciones Aiser y Renivit representaba una oportunidad: levantar un nuevo modelo de control disfrazado de sueño de renacimiento. Presentada como un sol nuevo bajo una cúpula protectora, Neo-Sundome fue desde el inicio un experimento de urbanismo vertical, vigilancia masiva y estratificación social.
En sus primeros años, la ciudad fue apenas un conjunto de torres funcionales unidas por pasarelas y ascensores orbitales. Pero con la llegada de refugiados y trabajadores desde todo el planeta, creció hacia arriba y hacia abajo: los niveles inferiores se levantaron sobre viejas ruinas, improvisados y superpoblados, mientras que las capas superiores se transformaron en vitrinas de lujo para la élite corporativa. Esa dualidad de alturas quedó marcada en su ADN urbano: arriba, el brillo del vidrio y el neón; abajo, el eco del hambre y la desesperación. Hoy, Neo-Sundome es el corazón del comercio interplanetario, la sede de las corporaciones y un hervidero de crimen, facciones clandestinas y esperanzas rotas.
Fuera de ella, otras megaurbes regionales se alzan donde antaño existieron países enteros. Algunas son fortalezas industriales donde el aire está saturado de smog y el tiempo se mide en ciclos de producción; otras, enclaves costeros convertidos en puertos orbitales, donde las mercancías fluyen desde estaciones y plataformas de extracción. Estos centros no son independientes: su relevancia depende de su productividad y del grado en que satisfacen la voraz demanda de Habitat One.
Más allá de los grandes núcleos, la superficie planetaria es un mosaico de tierras explotadas y zonas olvidadas. Inmensas extensiones están dedicadas a granjas hidropónicas, campos solares y parques eólicos, mientras regiones enteras yacen en ruinas, convertidas en baldíos donde sobreviven bandidos, comunidades nómadas y cultos que rechazan el control corporativo. Los cinturones periurbanos y suburbios caóticos, por su parte, marcan la frontera entre lo legal y lo clandestino: allí conviven migrantes, refugiados y el mercado negro, alimentando un pulso constante de economía sumergida.
En conjunto, los núcleos poblacionales de Habitat One reflejan su esencia, un mundo de modernidad y la ruina, donde el poder se concentra en torres de acero y cristal, y donde millones luchan cada día por no ser devorados por el olvido.